martes, 12 de julio de 2016

"El amor es ciego" de Lynsay Sands

                               
                                                                      TITULO:  El amor es ciego (Calamitosa Clarissa)
 TITULO ORIGINAL:  Love Is Blind
 AUTORA: Lynsay Sands
 GENEROHistórico, comedia romántica.                PROTAGONISTAS: Adrian Montfort y lady Clarissa                                                                  Crambray              
 CONTEXTO : Inglaterra, 1720
                           
ARGUMENTO:


DECLARADA  CALAMIDAD PARA LA HUMANIDAD ¡

La sociedad londinense a declarado a lady Clarissa Crambray un peligro para la humanidad. Y le han provisto un apodo que ella no desconoce : CALAMITOSA CLARISSA.
Todos están a la expectativa del próximo incidente- accidente que la joven va a provocar. Para su resguardo físico todos dan un paso atrás y alejan todo objeto que se derramable, inflamable, rompible, filoso, puntiagudo o susceptible de causar un accidente.

VER O NO VER... ESA ES LA CUESTION

Adrian Montfort, el conde de Mowbray, sabía que la bella  lady Clarissa Crambray podría ser peligrosa. Ella era, en verdad , un desafío. Pero era exactamente el  desafío que él necesitaba …

MAS ALLÁ DE LO QUE LOS OJOS PUEDEN VER ...

Clarissa siempre había deseado tener un novio, pero su madrastra quería más todavía  quería que ella encontrase alguien dispuesto a casarse con ella. Clarissa coincidía con el hecho  que los anteojos escondían la belleza de su rostro, pero si ella siguiese el consejo de su madrastra y no los usase, cómo diablos iba a ver a los candidatos?
Ya había causado suficientes desastres con su deficiencia visual  y encima se había ganado un apodo infame en los círculos sociales en que se mueve. Todos los posibles pretendientes parecían salir corriendo  cuando se acercaba “LA CALAMITOSA” Clarissa… Hasta que de repente apareció un caballero dispuesto a bailar con ella. Un hombre elegante, atractivo  y misterioso…  Y Clarissa irá  tanteando y  tropezando… para encontrar el amor!

Como todas las protagonistas de las libros de Lynsay Sands, Clarissa es una joven dulce y con un gran corazón, no se dejara llevar por los comentarios de la gente, y solo le importa encontrar el amor sin importarle el físico de su pretendiente. Es una historia que se lee muy rápida y que os hará pasar un rato muy entretenido.
Os dejo un fragmento del libro:

— El amor es fiebre que arde… en mi sangre.
Clarissa Crambray no contuvo una expresión de desagrado cuando estas palabras  hicieron eco en el aire. Sinceramente, ese era el peor poema declamado por lord Prudhomme desde que había llegado a la residencia urbana de su padre una hora antes.
Dios!  Hacia solamente una hora? Parecía que ese hombre de edad había estado allí hacia días. Él entrara sacudiendo un libro y le había avisado triunfante que en vez de su paseo habitual, leería para ella.
A Clarissa, de hecho , eso le gustaría mucho  ya si la lectura fuese algo interesante y no esas palabras trilladas y  babosas. Y le  gustaría todavía más si él no actuase como si le estuviese  haciendo un favor.
Ella sabía muy bien  la razón para ese súbita cambio de planes. Forzándola a permanecer quieta y  sentada mientras  leía  en voz alta, él sólo tenía un objetivo : evitar desastres. Parecía que hasta el viejo y solidario Prudhomme se estaba  cansando de sus continuos accidentes.
No podía culparlo, él había sido extremamente tolerante hasta entonces, casi un santo.
Ciertamente, había demostrado más comprensión y coraje que sus otros pretendientes. Parecía aceptar y perdonar todas las veces que ella confundía sus gruesos muslos con la mesa de té y le  apoyaba  cosas sobre ellos; esbozaba una sonrisa  lastimosa al recibir los pisotones en sus pies cuando bailaban ; y soportaba con gallardía sus constantes tropiezos y caídas cuando salían para una caminata en el parque.
Por lo menos , era lo que parecía, pero aparentemente hoy había descubierto un modo de escapar a  todo eso .  Una lástima que la elección de la lectura dejase muy que desear. Clarissa habría preferido hacer el papel de estúpida en el parque o caerse de cara en una torta antes que estar oyendo esas tonterías sin sentido.
—  Mi imaginación gana las alas de un pájaro.
La voz de Prudhomme temblaba de pasión, o tal vez apenas de lujuria, Clarissa no sabría decirlo. La verdad era que ese hombre tenía edad para ser su abuelo.
Desgraciadamente , eso poco importaba para Lydia. Su madrastra le había prometido a John Crambray que arreglaría un buen matrimonio  para su hija antes que ambos muriesen.
Hasta el momento, ellos no parecían correr ningún riesgo. Ella, sin embargo, estaba en peligro inminente de  encontrarse casada con el caballero anciano arrodillado a sus pies quien, con sus  brazos erguidos, clamaba su amor eterno. Dios santo! Ese un hombre no iba a poder ponerse de pie con su reuma...
Prudhomme era uno de los pocos pretendientes que todavía  la cortejaban.
— Juro mi… mi… lady Clarissa — Prudhomme interrumpió  lo que iba a decir. — Por favor, aproxima más la vela.  No puedo leer esta palabra.
Clarissa suspiró de aburrimiento y miró de reojo al pretendiente. En su visión nublada, la cara de Prudhomme era un borrón redondo y rosado, coronado por una nube de cabello plateado.
— La vela, muchacha — dijo él con impaciencia, la irritación reemplazando por un momento todo el encanto de su  pretendiente.
Clarissa extendió el  brazo sobre la mesa a su lado, tomó  el candelabro y lo sujetó más cerca de él.
—  Mucho mejor ahora — dijo Prudhomme satisfecho. — Dónde estabamos? Oh, si. Juro mi perenne…
 El hizo una nueva pausa y olisqueó el aire.
— No sientes  un olor a quemado?
Clarissa aspiró el aire delicadamente. Comenzó a abrir la boca para decir que si, pero antes que pronunciase cualquier palabra, Prudhomme soltó un grito.
Saltando hacia atrás por la  sorpresa, ella observó con asombro al hombre levantarse  ágilmente y comenzar a saltar por la sala, levantando los brazos como un demente y golpeando con sus manos su propia cabeza.
Al principio, Clarissa no logró entender lo que estaba sucediendo hasta que lo vio arrancar de su cabeza lo que le parecía una mancha blanca, que otra cosa  podía ser mas  que una peluca que él empezó a pisotear con ferocidad . Ella se dio cuenta  entonces de que tal vez hubiese sostenido el candelabro demasiado cerca  de la cabeza de él y que había prendido fuego  su peluca.
— Ah, mi querido lord . — Clarissa bajó el candelabro, sin soltarlo hasta asegurarse   que lo  estaba apoyado bien  sobre la mesa. Con la visión disminuida y el sentido de  la distancia comprometido, ella casi derribó  al hombrecito al saltar de la silla para ayudarlo.
— Apártate  de mí ! — él gritó,  empujándola.
Clarissa cayó  sentada en la silla nuevamente y lo miró  irritada; luego volteó la cabeza por haber oído un ruido en la puerta.
Todos los criados de la casa habían oído los gritos y habían  corrido a la sala. Era claro que su madrastra también  estaba allá.
Sin los anteojos, Clarissa  lograba distinguir  si la miraban con pena o reprensión, pero no era necesario mirar a Prudhomme para adivinar lo que estaba pensando. Su rabia había ganado el dominio de su  cuerpo y  sus ojos casi podían tocarla a través de los pocos metros que los separaban.
Prudhomme estaba tan enojado que sus palabras se sobreponían unas con otras, haciéndose casi incomprensibles.  Clarissa logró comprender algunas, como “idiota, torpe”, “calamitosa” , “ peligro para la sociedad” y “atentado a la humanidad” ; de repente, él levantó el brazo y avanzó en su dirección. Ella se congeló, temiendo que él fuese a agredirla.
Afortunadamente, los presentes sospecharon que él estaba perdiendo el control y aproximarse on. En el momento en que Prudhomme iba a  darle una bofetada, fue detenido por varias personas.
Mientras forcejeaban delante de ella,  Clarissa sólo veía una difusa confusión de personas y colores. Pero escuchó , los insultos de Prudhomme y un gemido que le pareció ser de Foulkes, el mayordomo. Las palabrotas continuaron mientras que un borrón de bultos coloridos comenzaba a salir por la puerta.
— Qué vergüenza, Prudhomme! —  exclamó  Lydia, con su voz bastante alterada al seguir a los demás  hasta la puerta, agregando después  en tono  ansioso:
- Espero que tan pronto se haya calmado, pueda perdonar a Clarissa .
Estoy segura  que  ella no tuvo la menor intención de quemarle la peluca.
Clarissa se hundió en la silla con un suspiro de disgusto. No podía creer que su madrastra todavía esperase casarla con ese hombre. Pero debería saber muy bien  que Lydia no desistiría de su objetivo.
— Clarissa!
Enderezándose rápidamente , Clarissa se volvió en dirección a la puerta y vio el bulto color lila de Lydia entrar y cerrar con un golpe la puerta.
— Cómo le hiciste algo así ?

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