Hambriento de ti (Familia Argeneau).
Libro 14º de esta serie.
Argumento:
Como uno de los más antiguos del clan Angeneau, Cale Valens
ha renunciado a encontrar a su compañera. Sus amigos y su familia, sin embargo,
no. De hecho, creen que al fin han encontrado a su pareja perfecta. Pero
unirlos requiere de una pequeña mentirijillas…
Alexandra Willan tiene un ataque de pánico. Su restaurante
debe inaugurarse dentro de dos semanas, pero su chef acaba de largarse.
Entonces le llega un sustituto muy bien recomendado, un genio culinario
increíblemente guapo que la hace estremecer…
Salvo que no sabe cocinar. De hecho, Cale no ha probado la
comida desde hace dos mil años. Pero está decidido a demostrarle a Alex sus
habilidades en la cocina… y en todas partes. Porque nunca ha deseado tanto a
ninguna mujer mortal. Y lo que ansía no es solo probar, sino darse todo un
festín.
Fragmento del libro.
Cale estaba levantando su mano para llamar a la puerta
cuando se abrió de golpe.
Un hombre alto con pelo corto oscuro y un teléfono
presionado en su oído le miró
fijamente.
—¿Cale Valens?
—Sí, —respondió Cale, sabiendo que los guardias de la puerta
delantera habían
llamado a la casa para avisar de su llegada.
—Entre. —El hombre retrocedió para dejar pasar, empujando un
botón para
terminar su llamada antes de ofrecer una mano a Cale.
—Justin Bricker. Mucha
gente me llama Bricker.
Cale aceptó la mano, sacudiéndola cuando entró pisando
fuerte en el felpudo de
bienvenida un par de veces para quitar lo peor de la nieve
en sus botas. Entonces
entró. —Me dijeron que debía hablar con Garrett Mortimer.
—Sí, lo sé. Los chicos de la puerta llamaron a la casa y
dijeron mucho, pero
Mortimer está abajo en el garaje con Sam. — Bricker cerró la
puerta y luego se giró
para enfrentarle, ondeando el teléfono vagamente. —Acabo de
llamar allí para
decirle que estabas aquí, pero no respondió. Espero que eso
signifique que están
de camino a la casa.
—¿Espera? —Cale removió su abrigo de cuero marrón de
invierno.
—Sí, bueno, han estado muy ocupados en una de las celdas,
—explicó Bricker
irónicamente cuando tomó el abrigo y rápidamente lo colgó en
un armario al lado
de la puerta. —Solo han sido compañeros de vida durante ocho
o nueve meses y
aún son bastante estúpidos el uno con el otro. —Cerró la
puerta del armario,
balanceándose de vuelta hacia Cale, y luego se dirigió al
vestíbulo hacia la parte
de atrás de la casa. —Vamos. Te conseguiré una bolsa de
sangre mientras
esperamos.
Cale le siguió, recordando lo que su tío Lucian había dicho
sobre esos hombres.
Mortimer y Bricker solían ser compañeros, forzados a cazar
vampiros renegados,
pero ahora tenían todos los refuerzos de la casa juntos.
Bricker era el hombre más
joven y respaldo de Mortimer, quien ahora estaba a cargo de
todos los refuerzos.
—¿Una bolsa o dos? —Preguntó Bricker, guiándole hacia una
cocina grande,
amueblada con una isla en el medio.
—Una está bien, —murmuró Cale.
El inmortal más joven inmediatamente abrió una nevera para
revelar un gran
montón de sangre embolsada apilada a lo largo de varios
comestibles mortales. La
vista era un poco asombrosa. Cale no había comido comida
mortal en más de un
milenio y solo tenía sangre en su propia nevera. El
pensamiento cruzó su mente al
preguntarse si era realmente higiénico tener carne cruda y
verduras tan cerca de la
sangre.
—¿0 positivo está bien? —Preguntó Bricker, buscando a través
de las bolsas en la
nevera.
—Bien. —Higiénico o no, estaba hambriento.
—Aquí tienes.
Cale aceptó la bolsa que Bricker sujetaba con un gracias
murmurado, esperó unos
pocos segundo para que los caninos descendieran, y luego
rápidamente explotó la
bolsa trasparente de líquido carmesí en sus colmillos.
—Toma asiento, —urgió Bricker, usando su pie para tomar uno
de los taburetes de
madera metidos debajo de la isla y sacándola para él. Golpeó
una bolsa de sangre
en sus propios dientes cuando se sentó en el taburete.
Cale sacó un segundo taburete, pero apenas se había sentado
en el alto asiento
cuando un suave silencio de puertas de cristal correderas al
abrirse y cerrarse sonó
desde la habitación de al lado. Él siguió la mirada de
Bricker esperando a que la
puerta se abriera. Obviamente guiaba a un salón. El final de
la mesa oscura de
roble era visible, tan bien como el borde de una silla, pero
la puerta y quien fuera
el que hubiera entrado estaba fuera de la vista. Quien
fuera, sus voces llegaban
hasta los dos fácilmente, y Cale se encontró sin ninguna
intención escuchando lo
que pronto se daría cuenta que era una conversación privada.
—¿Estás segura que estás lista, amor? —Preguntó un hombre en
tonos solemnes.
—Sí, por supuesto, lo estoy, — respondió una mujer, aunque
ella no sonaba muy
segura en opinión de Cale. Se preguntaba quién era y para
qué estaba reclamando
estar lista.

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