LA NOVIA DEL HIGHLANDER.
2º CLAN MACNATCHON Y MacAdie
Dentro de la Antología: THE ETERNAL HIGHLANDER
GENERO: FANTÁSTICO.
Protagonistas: Eva Caxton y Connall McAdie.
Este libro es la segunda parte de EL CABALLERO DE LA NOCHE de Hannah Howell.
Argumento:
Escocia, siglo XV
Dos hombres,
unidos por lazos de sangre y por una maldición que aterra a su clan, están
condenados a llevar una vida sombría y sometida a deseos extraños e
incontrolables.
Solamente el
matrimonio con mujeres que no compartan la naturaleza de esos deseos podrá
liberarlos y dar una nueva vida a su clan. Mujeres dispuestas a enfrentar
peligros e intrigas, con la fuerza de su amor.
Con su
personalidad cautivadora, Eva Caxton es la mujer ideal para liberar a Connall
MacAdie de la maldición. Para Eva también, el matrimonio es el único medio de
escapar de una situación dramática, por esa razón acepta casarse con ese hombre
desconocido, sin imaginar la pasión que él despertará en ella y la batalla que
tendrá que afrontar para salvar a su marido y al amor que los une.
Fragmento del libro.:
— No tengas
miedo… — Eva se inclinó para acariciar el cuello de Millie, la yegua en la que
iba montada. — ¡Los rumores sobre los MacAdie y los MacNachton son una completa
tontería! Creer que ellos tienen sed de sangre es una gran estupidez…
Eva se enderezó
y miró a los caballeros que la acompañaban: dos al frente, dos atrás y uno a
cada lado. Seis escoceses rudos y taciturnos. Desde que habían partido del
castillo de Caxton, en Inglaterra, ninguno de ellos le había dirigido la
palabra, excepto para darle ordenes o instrucciones. No es que hubiese tenido
muchas oportunidades para conversar, ya que hacía dos días que viajaban sin
parar, subiendo y bajando montañas y atravesando senderos por el interior de
los bosques.
Al principio Eva
soportó bien el viaje, pero al final del primer día, el cansancio la venció, y
más de una vez, Ewan, uno de los caballeros, tuvo que aproximarse a ella y
llamarle la atención, para que no se durmiese y se cayera de la silla de
montar. En cierta ocasión, Ewan se había detenido y la había sacudido hasta que
ella se despertó terriblemente avergonzada y como volvieron a retomar el
galope, a Eva no le quedó más remedio que seguirlos dejando su cansancio a un
lado.
No era fácil dormirse en un caballo al trote,
pero muchas veces el sueño se volvía tan fuerte que era imposible impedir que
los ojos se le cerraran y el cuerpo se le inclinara hacia delante. Soñaba con
un momento de descanso, aunque sabía que eso sólo sucedería cuando llegaran al
clan MacAdie, su destino final.
Eva estaba
exhausta, y eso minaba su capacidad de mantenerse optimista y tener una visión
positiva sobre el futuro que le aguardaba. Si el agotamiento no fuera tan
grande, tal vez todo le pareciese una gran aventura; sin embargo, lo que sentía
ahora era soledad y temor. Al fin y al cabo, dejaba atrás el castillo de
Caxton, el mundo que conocía, y partía rumbo a una vida con extraños, en una
tierra lejana, llevando apenas la ropa que llevaba y el contenido de una bolsa
colgada a la silla; un pequeño retrato de su madre, un cuchillo que había
pertenecido a su padre, un vestido viejo y dos o tres objetos más. Eso era todo
lo que poseía en el mundo.
Ella estaba
acostumbrada a no tener posesiones, y eso no le importaba, pero le dolía no
poder contar en aquel viaje, con la compañía de Mavis. La joven ayudante de
cocina de Caxton, transformada en su dama de compañía cuando era necesario, la
única amiga que tenía. Eva se sentía más cercana a Mavis que a Jonathan, su
propio hermano. Mavis era la única persona a quien echaría de menos. Jonathan
se había negado firmemente a permitir que la criada se fuese, y de todos modos
era de esperar que los caballeros escoceses no quisiesen llevar a otra mujer en
ese viaje, como si fuese una carga.
Eva sonrió al
pensar en si misma como un fardo que los caballeros transportaban. Su hermano,
Jonathan, siempre le había dicho que ella era un peso muerto, una criatura
indeseable, de la cual él había tenido que hacerse cargo desde la muerte de sus
padres, cuando ella tenía nueve años. Eva intentaba al máximo no incomodarlo,
ayudando con el trabajo hasta el punto de hacer servicios que correspondían a
los criados; pero eso no bastaba para Jonathan, él nunca perdía una oportunidad
para humillarla, declarando que ella no valía la poca comida que ingería. Sus
esfuerzos para ayudar al mantenimiento de la propiedad y comer lo mínimo
posible, jamás fue suficiente para que Jonathan la tratase con consideración.

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